miércoles, 4 de marzo de 2015

El talento humano es el capital más importante

                          
Es imposible negar que el mundo está cambiando a una velocidad vertiginosa, las nuevas tecnologías están transformando industrias, empresas, gobiernos y la forma en que vivimos en general. La expansión masiva de las computadoras y portátiles demoro décadas, la expansión de los teléfonos móviles se ha hecho en solo unos años. Hoy, la mayoría de los 6.000 millones de habitantes del mundo tiene acceso a un celular y esto se está extendiendo a través del “internet de las cosas”, que conectará la nevera y cafetera de un hogar, con las maquinas basadas en inteligencia artificial que proliferarán en cualquier empresa.


Empresas como Uber, Tappsi, Airbnb Netflix, ZipCar, están expandiendo la economía compartida, haciendo mucho más eficiente el uso de los recursos, y disrumpiendo tradicionales formas de producción, y mercados en su totalidad. Estas transformaciones están generando un enorme impacto en el mundo laboral y consecuentemente en el talento necesario para progresar en el siglo XXI.

El contrato implícito entre empleador y empleado ya no es igual que antes. Se estima que un joven cambiará de empleo 15 o 20 veces en su vida laboral, y ya no existen corporaciones que ofrezcan seguridad laboral toda la vida. En Estados Unidos más de un tercio de la fuerza laboral es móvil, y se espera que esto siga creciendo en todo el mundo. Según la consultora PriceWaterHouse, 37% de la fuerza laboral global (1.300 millones de trabajadores) serán “trabajadores móviles” hacia 2020.

El mercado laboral ha cambiado, la demanda por el talento es mucho más competitiva y es global. Un estudiante de Colombia competirá por trabajo con uno de Singapur, y de Marruecos. Las organizaciones no tienen límites geográficos para reclutar personal, pero les sigue costando mucho conseguir el mejor talento.

Existe una notoria desconexión entre la escuela y la demanda laboral. De acuerdo a estudios de PWC y McKinsey, dos tercios (63%) de los CEO globales temen no encontrar los perfiles adecuados para las nuevas posiciones y necesidades de innovación. Hacia 2020 esperan un déficit de unos 85 millones de trabajadores calificados para cubrir vacantes a nivel global.

Si no mejoramos la educación en América Latina, no lograremos participar de esta nueva economía. Invertimos mucho en educación como porcentaje de nuestros productos brutos, pero tenemos muy baja calidad, y más todavía entre las comunidades más vulnerables. Los índices de desigualdad en nuestra región son los más altos del mundo y no harán más que aumentar con el advenimiento de las tecnologías y la automatización, dividiendo a quienes puedan o no participar de la sociedad del conocimiento.

El sector privado tiene mucho en juego en este proceso. Cada vez más, demanda trabajadores con alta calificación para desarrollar tareas que le permitan mantenerse competitivo en el mercado, pero al mismo tiempo admite las dificultades que tienen para encontrarlos y las debilidades de los gobiernos para proveer soluciones innovadoras. De ahí, su creciente interés en la educación, que se traduce en un renovado impulso a la filantropía pero también a la inversión de riesgo en modelos innovadores de aprendizaje y enseñanza, como mostramos en nuestro reciente libro Educación 3.0 La Batalla por el Talento en América Latina.

Colombia es pionero en la participación del sector privado en la educación, todos los sectores de la sociedad parecen consientes de esto. Fondos de inversión y emprendedores abundan, y lo mismo empresas de todos los tamaños. La Asociación de Fundaciones Empresariales, es un buen exponente de esta tendencia, agrupando 57 fundaciones de origen empresarial y familiar, de las cuales 65% está trabajando en educación. Generar el mejor talento en nuestros países es una responsabilidad de todos, el sector empresarial puede traer la innovación y liderazgo fundamental para enfrentar estos desafíos.

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